miércoles, 26 de abril de 2017

Mabel Moraña. El monstruo como máquina de guerra. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2017. 482 p.





Mabel Moraña. El monstruo como máquina de guerra. Madrid: Iberoamericana-Vervuert, 2017. 482 p.

El monstruo como máquina de guerra (2017) de Mabel Moraña es una notable reflexión teórica interdisciplinaria sobre la figura del monstruo en la cultura y en el capitalismo, que se apoya en la filosofía y la teoría política, principalmente. El libro está dividido en 7 apartados que van desde el monstruo en la historia, la crítica al capitalismo, su vinculación con la filosofía y la biopolítica, o los monstruos al margen (o periféricos), más una coda. Si bien es difícil reflexionar sobre el monstruo sin aludir a los clásicos de la literatura como Frankenstein de Mary Shelley, Drácula de Stoker  –e incluso la figura del zombi de Romero para el caso del monstruo contemporáneo-, a Moraña le interesa sobre todo descifrar el lugar simbólico que ocupa el monstruo dentro del espacio político.
Podemos decir que el monstruo forma parte de la imaginación humana y a la vez es parte de la realidad social. Como sabemos la realidad es una construcción y el monstruo también lo es, pero con la diferencia de que su existencia pone en tensión y en crisis esa misma realidad racional y lógica, productiva y capitalista. Rompe el orden natural. Por ejemplo, el vampiro, al ser inmortal, rompe una etapa fundamental e inmanente de la vida humana: la muerte. Como en los cuentos de José B. Adolph “Nosotros, no” y “Hasta que la muerte”, la muerte humaniza al ser humano: es lo que le da un sentido a su existencia. Saber que se es finito y que hay un final, permite establecer un plan, un programa, una meta; por ello la posibilidad de una vida infinita –en sus cuentos- se torna una verdadera pesadilla (por ejemplo, amarse toda la vida es atroz). Frankenstein encarna la figura del científico loco que busca homologarse con Dios al crear  vida de objetos inertes. El hijo-monstruo Frankenstein es también producto de esos juegos-experimentos con la muerte. Como héroe gótico, el doctor Frankenstein está condenado a fracasar. Su soberbia es castigada por una autoridad superior: Dios. Y el zombi es también un no-muerto, pero a diferencia del vampiro –de corte aristocrático o noble- el zombi encarna a la masa, al pueblo enajenado, alienado por el consumo capitalista. El monstruo es siempre una metáfora. Pero en todos estos, la muerte rodea al ser humano. El monstruo está vinculado a la amenaza y a la muerte; y la muerte, al terror y al horror. En ese sentido, el monstruo de Moraña es sobre todo un agente sobrenatural negativo, destructor del orden social hegemónico, un agente del mal.
            En esta lectura política, el monstruo rompe la secuencia del progreso, del status quo para abrir un cronotopo de caos, catástrofe o crisis. Moraña recoge la idea de la figura del monstruo como parte del espacio americano, durante el proceso de invasión/conquista europea del siglo XVI. Como sabemos, esos invasores/conquistadores/colonizadores traían una mentalidad medieval que hacía posible la presencia/existencia en el Nuevo Mundo de figuras monstruosas y seres monstruosos. Estas figuras fueron promovidas luego durante el periodo barroco.
            En el monstruo, es como sostienen Moraña, un “cuerpo extraordinario”, que a su vez exige una mirada. Es lo no visto, lo nuevo, lo que se muestra, lo que aparece ante nuestros ojos. Podemos agregar que tiene una naturaleza aglutinante ya que está hecho/conformado/ construido de parte/fragmentos del mundo real. En ese sentido, como he sostenido en otros trabajos, nada es ex nihilo, nada se crea de la nada, así el monstruo tiene un anclaje en realidad social. Y por su carácter y naturaleza hibrida, inasible e indefinida, el monstruo es un cuerpo vacío, una metáfora que es llenada con diversos significados. Así, Moraña recoge -de lo que se ha denominado "marxismo gótico"- la lectura política del vampiro como figura del pragmatismo capitalista que no desea desperdiciar la sangre sino consumirla (111). Si bien el monstruo tiene un origen mítico-popular, también puede asociarse al miedo en la modernidad como “la soledad, la alienación, el caos, […] los miedos de/a la multitud, a la máquina […] a la automatización de la vida, al control biopolítico” (116).
            Dentro de las teorías en la que se basa Moraña para articular su teoría del monstruo destaca el marxismo, Foucault y el psicoanálisis, principalmente. Es por ello que el retorno de lo reprimido (“la parte maldita”, el excedente o lo improductivo según Bataille, lo “abyecto, según Kristeva) “regresa monstrificado en vampiro, zombis, hombres-lobo, espectros y ejercicios de hechicería, cuyas imágenes materializan un régimen biopolítico tan aterrador e inapresable como una pesadilla” (139). Así mismo, establece vinculaciones entre el capitalismo y el vampiro, cuya inmortalidad se sostiene sobre la base de regeneración de energías (sangre/trabajo): “El capital crea y acumula más capital; el vampirismo se transmite de uno en uno, en una mecánica atemporalizada” (153).
            También manifiesta un interés en la concepción del monstruo vinculado a la mujer (la mujer como lo otro) sobre la base de ciertos códigos monstruosos como: “Los flujos femeninos, la presencia de la sangre menstrual, la deformación del cuerpo por el embarazo, la carga de un ser otro en el interior del cuerpo propio y los horrores del parto […]” (231). Así mismo, destaca que lo monstruoso aparece representado en “líneas de fuga”, vinculadas  a los géneros literarios imaginados como “menores”, como la ciencia ficción, el terror, el horror. Es decir, el monstruo aparecería desde los márgenes de la alta cultura o cultura oficial.
            Y sin dejar de reconocer al monstruo como figura ambigua o polivalente –que puede formar parte de la contracultura- sostiene Moraña que el monstruo es una alternativa al Estado por su condición de sujeto/ente irreductible. Al ser un ser inestable e inclasificable, las dimensiones del monstruo son tanto políticas como religiosas y éticas. Es lo nuevo, lo diferente y lo otro, que no puede ser contabilizado por el sistema. Aunque no toda representación del monstruo es contracultural ni posee necesariamente valores políticos de la “izquierda” progresista. Lo cierto es que el monstruo se encuentra en medio de dos ejes: la naturaleza y la cultura (227). Como concluye Moraña, el monstruo es finalmente “un dispositivo político, estético e ideológico [que] deconstruye paradigmas de género, raza y clase; desafía las nociones tradicionales de heroísmo, progreso, comunidad […]” (405).
El monstruo como máquina de guerra de Mabel Moraña es un libro que permiten establecer una serie de rutas de lectura sobre el monstruo y que abren nuevas posibilidades hermenéuticas. Es totalizante en su concepción, y está escrito con mucha agudeza. Considero fundamental la temática que trata y la perspectiva, pero también reconozco su importancia dentro de las reflexiones latinoamericanas de lo fantástico –en general- que se consolidan en el siglo XXI con trabajos como los de Mabel. Si tuviera que sintetizar el libro en dos palabras sería simplemente una “obra maestra” de la teoría latinoamericana, pues propone la figura del monstruo para repensar una serie de procesos de "monstrificación" y de "otrificación": el monstruo es siempre el otro, pero también forma parte del sujeto, está en uno, pues su condición de monstruo depende siempre del lugar de enunciación.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos