miércoles, 13 de enero de 2016

Carlos de la Torre Paredes. Cuando la sangre importa. Lima: Apogeo, 2015. 93 pp.




Carlos de la Torre Paredes. Cuando la sangre importa. Lima: Apogeo, 2015. 93 pp.

Cuando la sangre importa (2015) supone un avance notable en la escritura de Carlos de la Torre Paredes (Lima, 1988). Las influencias son eclécticas: desde Tolkien y La Iliada de Homero a las Crónicas de Narnia de Lewis o los mundos de la fantasía heroica de Robert E. Howard además de Star Wars. Notable en el manejo de los diálogos, y la psicología de los personajes de aventuras. Lo que parece ser una novela de aprendizaje del héroe se revela al final como algo distinto que el lector descubre con cierta sorpresa.

Ante estructuras narrativas reiterativas del “happy end” hollywoodense, el mal suele ser más atractivo, más sugerente. Abre un universo distópico en el que el mal triunfa frente al bien. Al tratarse de una “saga” en construcción es acaso previsible que al final triunfe el bien (deseo frecuente), con lo cual el universo se estabiliza. Sin embargo esta entrega independiente es equivalente a The Empire Strikes Back (El Imperio Contraataca), una entrega intermedia, oscura, que incluso tiene el guiño de la mutilación.

El otro elemento es la sangre y el destino. La sangre supone la transmisión genética de un carácter, de una forma de ser. El sujeto no es malo porque la sociedad lo corrompe sino que esto es heredado, está en las venas. Una idea popular que se mantiene en diversos sectores. Esto nos lleva al otro elemento señalado. El destino es inevitable y remite a un mundo pre-moderno en el que el héroe depende más de los agentes externos (dioses o semi-dioses) que de sí mismo: no tiene opción a elegir.

El final es en parte extremo en el sentido que si bien en la breve narración hay escenas de batallas, con el consiguiente derramamiento de sangre, hay una intención del autor de llevar estos elementos del género de fantasía hacia algo inusual. Considero que logra en la imagen final de la novela, el nivel imaginativo de Clark Ashton Smith, uno de los grandes olvidados y poco citado.

Finalmente, coincido con Hans Rothgiesser cuando sostiene: “Con un poco de suerte Carlos de la Torre se animará a escribir una tercera novela ambientada en este mundo”. Quizás ese sí sea un verdadero "despertar de la fuerza".


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

martes, 12 de enero de 2016

Jim Rodríguez. Apokhalipzis. La máquina del tiempo. Lima: Altazor. 2015. 286 pp.




Jim Rodríguez. Apokhalipzis. La máquina del tiempo. Lima: Altazor. 2015. 286 pp.


            El efecto Star Wars (SW) y de la cultura de masas norteamericana, así como del anime japonés es clara en la nueva promoción de autores peruanos de CF del nuevo milenio (cfr. “La fantasía atemporal en la narrativa fantástica peruana contemporánea”, Hispanorama 139, Nürberg-Alemania, 2013: 27-32). En esta línea se inscribe la opera prima de Jim Rodríguez (1976).

            Con anterioridad se han detallado las características de la novela. Benjamín Roman sostiene que hay influencia en la novela Apokhalipzis de “los cómics y los dibujos animados, incluyendo el manga. Por ejemplo, podemos percibir la influencia de la factoría Marvel y su fuerza cósmica, Galactus. También de Dragon Ball, sobre todo en la transformación de los personajes en seres cada vez más poderosos”. Mister Salvo sostiene que el autor “muestra una imaginación exuberante. El universo que ha creado tiene una variedad y complejidad que en ocasiones abruma al lector, pues tras un prodigio sucede otro. Es el caso, por ejemplo, de las armaduras especiales desarrolladas en un planeta, capaces de fusionarse con su portador, o la creación de una fortaleza denominada Fortaleza de Cristal, por su capacidad de absorber y proyectar luz en forma de energía”.

            La novela se divide en dos partes. La primera está dominada por la space opera, ya anotada en otro comentario (los piratas espaciales, el racismo -las diferentes razas que pueblan en universo-, las batallas espaciales y la política colonial). En este caso se trata de dos fuerzas, La Unión (El Bien) una institución que agrupa a una serie de planetas por vínculos comerciales y el Imperio Anethza (El Mal) que solo buscan apoderarse del universo. Esta es la sección en el que la lucha por el poder, y la secuencia de acciones militares, serán constantes. La novela da un giro hacia la mitad cuando se introduce la máquina del tiempo y el universo terrestre, lo cual es un acierto dentro de la narración.

            Se espera de la nueva entrega mucho más dramatismo, mayor profundidad psicológica de los personajes y menor esquematismo en las acciones bélicas. Pero finalmente, es el escritor el único responsable de sus ficciones.


Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos

lunes, 11 de enero de 2016

Carlos Echevarría. La galaxia escarlata. Lima: Torre de papel, 2015. 146 p.




Carlos Echevarría. La galaxia escarlata. Lima: Torre de papel, 2015. 146 p.


            Carlos Echevarría (Lima, 1990) escribe esta precuela de El planeta olvidado (2012), muy al estilo de las sagas del cine norteamericano. El resultado es dispar. La novela rinde tributo a Star Wars (SW) y quizás ese sea el principal defecto: reducir la trama futurista al enfrentamiento entre dos fuerzas, la monarquía absoluta del Imperio Toriano (equivalente al Imperio de Darth Vader) encarnado en la figura de Osturus Cruldestor y la “FOUD” una suerte de “alianza democrática” interplanetaria (similar a quienes defienden la República en SW), liderados por Jorleff. Los personajes centrales no tienen densidad psicológica ni conflictos internos.

            La novela de Echevarría se inserta dentro de la space opera. Contiene todos los elementos tópicos: los piratas espaciales –al inicio de la novela-, el racismo (las diferentes razas que pueblan el universo), las batallas espaciales y la política colonial. La FOUD promueve una economía basada en el comercio (con una serie de redes burocrático-administrativas), mientras que los Torianos constituyen una fuerza militar que simplemente quiere gobernar todo el universo. Aquí los buenos son buenos y los malos son malos. No hay término medio, a diferencia del mundo real en el que hay espacio para lo gris, para aquello que no se define aún o termina de definirse. Incluso Han Solo, el pirata de SW es cínico a la vez que se descubre como “héroe”, es más verosímil; lo mismo de Vader que decide salvar a su hijo, con lo cual se salva él mismo del “lado oscuro”.

            Llama la atención el carácter pre-moderno de la novela pues el destino es una fuerza que domina las acciones. En algún momento Cruldestor afirma sobre sus planes de expansión que “[…] nuestra historia nos da ese derecho” (36); o “la conquista de la galaxia era su destino […] la victoria estaba predestinada” (53). Incluso en el enfrentamiento entre ambos líderes, Cruldestor afirma en su delirio: “los planetas federados no son conquistados porque tuvieron mala suerte, los habitantes de estos mundos no son esclavizados o asimilados al Imperio por desgracia. Todo lo que reciben, se lo merecen […] (88, énfasis míos)”. Esto último es una idea peligrosa ya que justifica la pobreza, la injusticia, la explotación como algo natural, así como los genocidios en nombre de un destino superior ya escrito.

            Así como en la última entrega de SW los espectadores observan las inverosímiles “rabietas” de Kylo Ren cuando no obtiene lo que quiere, aquí asistimos al enfrentamiento de los líderes en el que “los soldados torianos empezaron a hacer arengas, gritaban, alzaban los brazos apoyando a su emperador” (103). La novela está pensada más para los lectores juveniles de novelas de aventuras. Lo mejor del texto es su diseño en general, cuyo marco contextual debería desprenderse más de la lectura en sí y no tanto de la explicación paratextual.

Una CF peruana demandará una localización en el espacio propio, o mejor dicho, una apropiación de los códigos de la CF para referir, representar nuestra realidad. En ese sentido, el caso de Luis T. Moy es singular, pues en base a los mismos referentes (SW) explícitos en sus dos novelas, escribe un cuento “El último cholo en Lima” (incluido en Se vende marcianos), que si bien mantiene el eje racial (y se alimenta del imaginario popular sobre lo “cholo” visto desde un sector social) logra hacer un relato de aventuras más sólido, verosímil y maduro respecto de sus novelas anteriores; o el caso de la CF tercermundista de mister Salvo o Pedro Novoa, el clasicismo de Güich, el surrealismo de Donayre;  las reflexiones metafísicas del maestro Adolph, o la crítica sociopolítica de Rivera Saavedra... Lo mismo cabría esperar de un autor de CF peruana: que se ajuste a una tradición y que la desborde y subvierta.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos