viernes, 6 de noviembre de 2015

Rafael Ángel Herra. Lo monstruoso y lo bello. San José de Costa Rica: Editorial UCR, 2015. 157 pp.




 
Rafael Ángel Herra. Lo monstruoso y lo bello. San José de Costa Rica: Editorial UCR, 2015. 157 pp.

            Rafael Ángel Herra (Costa Rica, 1943) escritor y filósofo de profesión, posee una bibliografía extensa tanto en el campo de la ficción (narrativa, poesía) como en el ensayo. Lo monstruoso y lo bello (1ra edición 1988, reimpresión 1999, 2da edición 2015) es un trabajo ensayístico muy sugerente sobre la figura del monstruo. El autor se ampara en el aparato psicoanalítico  freudiano para dar cuenta del monstruo como fenómeno, como objeto percibido. No es su finalidad el presentar alguna taxonomía sino reflexionar de modo bastante agudo, sobre la base de la descripción y la presunción (p. 44, nota 5). El autor usa, además, un estilo metafórico comprensible. El libro se divide en tres grandes secciones: a) análisis de lo monstruoso en la cultura (incluye la literatura); b) estudio de lo bello en relación a lo monstruoso; c) análisis sobre temas vinculados a los dos anteriores (Kafka, entre otros).

            Como sostiene en el prólogo Néstor Braunstein, el monstruo es una proyección del interior del ser humano. Este “objeto fóbico” tiene una finalidad: proteger al sujeto, pues el miedo encarnado/materializado en este “objeto” se hace controlable. Así Herra sostiene que el monstruo “[…] crea espacios de asco, desmesura, imprevisión y desorden. Es muerte, ausencia de simetría, sinrazón, ruptura del yo” (3). El ser humano expulsa el mal fuera de sí (7), por ello, el monstruo da forma al mal, que se ha proyectado como fuera del sujeto, pero que en verdad surge de él mismo. El monstruo es una especie de doble humano que lo encarna y es su revés.

Una digresión, en otro texto, “El deseo llega con ropaje de monstruo” (2014) (no incluido en este libro), Herra sostiene que: “Igual que el sueño, el monstruo es irreal, pero finge realidad: como aquel, en las pesadillas amenaza destruirnos o, al menos, poner en cuestión nuestra estabilidad en el mundo — inestable a pesar nuestro— en donde me constituyo día a día”. El monstruo queda adscrito a lo onírico, como una extensión del yo. El monstruo borra fronteras entre la vigilia y el acto de dormir, se mueve en un espacio intermedio, fronterizo entre lo real e irreal.

            Un ensayo particular que destaca de Lo monstruoso y lo bello es “El hecho espectacular”, que si bien trata sobre el fenómeno teatral y la relación entre sujeto y representación, sus características bien pueden extrapolarse a una hermenéutica del texto en el que confluyen factores como: a) el sujeto inconforme con el desenlace de lo narrado; b) el sujeto que acepta como hecho externo la resolución del final; c) el sujeto que proyecta, visiona el desenlace (coopera con el final), mezcla de a y b; d) la experiencia previa del espectador/lector; e) la disposición del espectador/lector para la comprensión de la obra; f) el descubrimiento por parte del espectador/lector de significados no previstos por el autor.

            La figura del monstruo y de lo monstruoso ha sido poco abordado desde el ámbito teórico latinoamericano. Lo monstruoso y lo bello cumple con llenar ese vacío, además de ser un magnífico ensayo filosófico-literario que ameritaría una mayor difusión en estas latitudes fantásticas.

 

Elton Honores

Universidad Nacional Mayor de San Marcos