lunes, 17 de noviembre de 2014

La civilización del horror. El relato de terror en el Perú por José Güich Rodríguez



La civilización del horror. El relato de terror en el Perú*

José Güich Rodríguez.

 

Buenas noches. Quiero agradecer a Elton Honores su gentil invitación a que yo diga unas  palabras hoy, en la presentación de La civilización del horror. La literatura de terror en el Perú, en compañía de dos destacadísimas figuras de nuestras letras, como son José Donayre Hoefken y Carlos Calderón Fajardo. Ellos mismos son en gran parte responsables de que hoy sea posible hablar del posicionamiento fructífero de la literatura fantástica de hechura nacional y del terror como una fuerza emergente a la cual ya será  muy difícil silenciar.

 Y nada mejor que reunirnos esta noche, habitada por temores atávicos y miedos que han impregnado por milenios al ser humano. Una vez más, Elton desbroza, con mano firme, un territorio hasta hace un tiempo invisible o poco frecuentado. Lo ha hecho ya  otros volúmenes, igualmente caracterizados por su rigor en el manejo de las fuentes y en lo innovador de sus planteamientos. Bien sabemos que nuestro sistema cultural (o por lo menos, cierto sector todavía renuente y conservador) tiende aún a usar cierto tono exótico, cuando no mezquino, para atender a estas prácticas narrativas (aunque, por cierto, hay que reconocer un cambio, alimentado no solo por creadores, sino también por los sellos independientes que le han dado fuerte impulso a esta literatura de la transgresión permanente y de la rebeldía frente a las ataduras de la razón).

Gracias al tenaz empeño de Elton por ir contra los usos imperantes en la crítica nacional, hoy contamos con un riguroso estudio en torno de temas, tratamientos y autores que se aglutinan en torno de un eje común. No es fácil, en pocos minutos, dar cuenta de la riqueza e importancia de este libro no solo para el reconocimiento pleno de un campo literario en plena actividad y ebullición, sino para las vías que tomarán los investigadores del futuro a partir de la obligada lectura de La civilización del horror.

Ya mis compañeros y el propio autor podrán despejar, mejor que yo, los planteamientos esenciales. Yo quisiera destacar su capacidad para establecer taxonomías o clasificaciones, no basadas en la intuición o en el mero entusiasmo, sino en un adecuado manejo de las fuentes primarias y secundarias.

De este modo, aparecen dos corrientes diferenciadas pero no por eso antagónicas: una nutrida del imaginario tradicional y popular, o bien a las construcciones sicológicas en torno del pasado colonial.

Ahí campean autores como Ricardo Palma, Juana Manuela Gorriti, Catalina Recavarren, Clemente Palma (hijo del tradicionista, sometido a un olvido y silenciamiento por parte de las huestes progresistas, para gozar hoy de una oportuna reivindicación como fundador de la narrativa fantástica peruana), Francisco Izquierdo Ríos, pionero de la literatura amazónica, y Sandro Bossio. Así mismo, se producen rescates, como los de Guillermo Thorndike, Francisco Ibañez o Antenor Samaniego, algunos bastante conocidos pero a los que no se asociaba a tales temáticas o inquietudes.

En la orilla cercana, Honores identifica escritores que reelaboran “tópicos clásicos del terror” que no son necesariamente más librescos o culturalistas, sino que responden a una asimilación de influencias externas sin que ello signifique prescindir de una filiación local: desfilan así, boyantes, la mujer muerta, el demonio o los monstruos, que reclaman su arraigo a través del propio Clemente Palma, en otro de sus registros o el rescatado Eduardo Ribeyro, así como Pablo Nicoli. Se articula así el cuadro hasta ahora más completo del terror como un apartado con historia en nuestra narrativa y no como el advenedizo que inesperadamente reclama una posición que no merece.

Ya es casi un lugar común decir que en el Perú, Kafka sería costumbrista. No es para menos: con los gobiernos de pesadilla que hemos sufrido o los monstruos que habitan desde siempre en los pasillos y sumideros de los poderes públicos y privados, la frase alcanza cierta coherencia. No obstante, la literatura siempre va a contracorriente: son engendros demasiado anodinos para regodearse con ellos; por lo tanto, nuestros escritores han decidido trasvasarlo todo a la órbita de la ficción y  fabricar sus alucinaciones a medida. Y lo que ha empezado a arrastrarse desde ese dominio tiene “de inga y de mandinga”: es terror en el peruano modo y, al mismo tiempo, cada de pérfidas resonancias que atañen a la universalidad. Elton Honores ha sabido unirlos en un todo armónico y duradero para aquellos que deseen iniciar, sin prejuicios o anteojeras, su viaje por esas parcelas de la imaginación. Bienvenidos sean todos.  Muchas gracias.

 

*Texto de presentación. Viernes 31 de octubre de 2014. Instituto Raúl Porras Barrenechea.