lunes, 20 de mayo de 2013

William Guillén Padilla. Historias heredadas. Lima: Arsam, 2013



William Guillén Padilla. Historias heredadas(minificción). Lima: Arsam, 2013. 158 pp.
Depósito legal N° 2013-06881


Reseña

Setenta minificciones entrelazadas donde personajes e historia insospechadas, conforman uno de los libros más interesantes de la minificción peruana contemporánea.





Batman no ha muerto



El sacerdote, que por su larga y oscura vestimenta fue confundido con Batman, llora desconsolado en la comisaría.

—Lo siento, padrecito –le digo tratando de disculparme por la mala actitud de mi hijo Nolitan–, estaba borracho.

—Sí pues, pero no era para que me pegue, señora –me dice el anciano sacerdote–. Imagínese, como no respondía sus golpes, me decía: “Me decepcionas Batman”, mientras seguía dándome de puñetazos.

Ya qué decirle al bondadoso sacerdote. Solo lo abrazo y le digo que mi hijo y yo dejaremos de vestirnos de Wasón y Batichica, pero que él deje de usar esa odiosa sotana negra que tanta rabia le da a mi sulfúrico hijo Nolitan.

Firmamos papeles y el comisaron agradece estar con seres comprensibles.

El religioso se despide y, mientras se pierde en la calle oscura sin sotana, nosotros vamos a nuestra casa a preparar los cincuenta añitos de Nolitan.



Mudez planetaria



Aquel año, 2033 para ser exacto, sucedió algo extraño… no lo recuerdas porque aún no nacías.

Muy cerca del planeta pasó una estrella de colores difusos que, aún sin explicación racional, dejó a la humanidad sin la facultad de hablar.

Desde entonces ningún humano habla y, como puedes ver, ya nadie usa la boca más que para alimentarse.

Con ello nos llegó silencio y nostalgia, pero también tranquilidad.

Ahora solo los robothum hablan muy bajito, pero nadie les da importancia; porque el silencio de nuestras bocas es ahora la paz mundial que antes no tuvimos.



Modernidad



Gritamos que se iba a caer. Que por amor a Dios bajara. Que podríamos quedarnos huérfanos, que ya era suficiente con no tener padre.

Mi madre rió de buena gana.

—¡Niños ingenuos! –gritó desde lo alto–. ¡Mi escoba es transparente!

Y saltó al vacío.

Luego rió a carcajadas esa vieja linda mientras hacía piruetas por los aires: no solo era la mejor bruja del mundo, sino la más enterada de la modernidad y sus increíbles inventos.